lunes, 21 de junio de 2010

Tres


Carta a la junta de vecinos. Escrita por Matilde Centurión. Leída por el pequeño Josele, hijo de la mujer que doblaba las camisas de todos los hombres del cerro, menos de Sixto Solar, en la reunión del cuatro de abril.
Cada vez que podía repasaba su vida entera. Y ese era su mayor problema. Es que en cada oportunidad que tenía el lugar desde el cual se miraba era diferente, las conclusiones que sacaba eran diferentes, y lo que resultaba de aquel proceso, siempre era lo mismo. A medida que el tiempo fue avanzando aprendió a mirar todo lo que hacía en función de lo que generaba en su entorno, y empezó, muy de a poco, a dejarse devorar por aquello. Sus intentos por dejarse existir por fuera de ese círculo significativo en el cual lo que las acciones son pasa a estar determinado por lo que cada espectador puede concluir de ellas, fue un fracaso. Entonces comenzó a jugar con esos redondeles, y comenzó también a dejar problemas de significación contradictoria.
Estos problemas son acciones que se introducen dentro del ámbito de cotidianidad rompiendo el eje de continuidad en el patrón de comportamientos que una persona elije tener. Cuando aplicamos esta lógica práctica al discernimiento nos damos cuenta que claramente este tipo de problemas plantean una cuestión ética profunda.
Desde una primera mirada las personas pueden generar en sus contemporáneos la necesidad de plantear como cuestión o tema el hecho mismo de la existencia. Cuando conocemos a una persona que todos los días nos habla sobre el valor de la verdad, y un día, antes de despedirse, nos miente, entonces esa mentira nos obliga a repasar todo aquello que ha existido pero ha quedado insignificante hasta ese factor de dislocación. La existencia como tema queda al descubierto cuando la persona o público se ve enfrentada a la necesidad de recuperar discursivamente una continuidad o coherencia que se encuentra contradictoria e irreconciliable a la luz de los hechos. La pregunta sería, ¿Qué se ha hecho existir?. La respuesta, claro está, no queda predeterminada, sino abierta, y sus posibilidades significativas aparecen como problema para el discernimiento.
Aquello que se quiso decir, en todos los casos es el problema mismo. Y esto nos presaenta una cuestión bastante importante para el análisis de la obra puesta en movimiento, los motivos y la capacidad de movilizar en el otro que posee quien decide plantear este tipo de problemas. En primer lugar debe ser clara la intensión de generar una situación, pero a la vez debe ser esta intensión suficientemente lejana como para que la comprensión no caiga, como primera medida, en la figura del problema. De hecho, la instancia en la cual se reconoce esta intención debe caer por su propio peso, pero solo y únicamente después que la persona o público a dado todas las vueltas posibles a la situación o asunto. En segundo lugar, para que la primera condición se cumpla, es imposible considerar a la razón como motor. Todo intento por calcular los problemas de significación contradictoria son inútiles, y con esto quiero decir que, para encontrarlos en su mayor amplitud didáctica, para dar cuenta de las verdaderas obras del genio, es necesaria una preparación anterior que implica una total transformación de la vida.
Por más profunda que sea nuestra intención de comprender lo que somos aquello que la vida es será siempre más profundo. Desde ese punto de vista la actitud correcta es permitir que la vida se encuentre con canales de manifestación. Entonces, la condición de posibilidad de estos problemas, son las personas que pretendan, con sus propias vidas, desplegar formas de coherencia pura. En esos casos serán sus caminos los que nos muestren, a través de sus incoherencias, los tan difíciles de encontrar, problemas de significación contradictoria.
Dos puntos que quedaron pendientes. En primer lugar el concepto de coherencia pura implica un conocimiento de uno mismo, es decir la pretensión de ser idénticos a nosotros mismos. Esta forma de existir, al ser imposible de practicar, se plantea como un movimiento constante que genera, en su desplegarse, conocimiento inagotable. Intentar ser coherentes con nosotros mismos es imposible, pero es en ese camino en el cual aprendemos. Aquello que es imposible es lo más importante para la vida.
En segundo lugar, me parece importante aclarar, a pesar de lo dicho, que los problemas de significación contradictoria no son exclusivos de las personas que intentan la coherencia pura, sino por el contrario, son una característica que define a todas las personas en todos sus intentos por desplegar cualquier tipo de actitud que pretenda una línea recta. Por lo tanto, y para comprender esta tan importante gama de problemas, debemos comenzar por comprender todo lo que se nos cruce, y también aquello que permanezca distante. Y tambien las líneas que no son rectas. De esta manera, así no logremos nuestro infinito objetivo, miraremos con ojos profundos, y nos privaremos de juzgar la ignorancia ajena. O lo que es más importante, por ejemplo para personas como Sixto Solar, seremos capaces de aprender de nuestra propia ignorancia.

Cuando el niño terminó de leer Matilde pasó al frente, le acarició la frente a Josele y dijo en voz clara y firme, quien quiera una copia puede pedírmela y yo la transcribiré de mi puño y letra en cualquiera de sus delantales de cocina. Muchas gracias por el tiempo cedido. La junta de vecinos no dio muestras de interés en la carta. Juan Carlos, el presidente de la reunión, pasó al frente y continuó. Deberíamos definir quién va a hacerse cargo de juntar los números de teléfonos de todos los vecinos y de algún familiar en caso de que algo pase el próximo invierno, por suerte sabemos que este invierno no va a tener ninguna noticia ni necesidad de hacer llamados de emergencia, pero el año que viene algo puede pasar. Hubo un silencio. La madre de Josele se ofreció, dijo que ella podía pedirles a todos los hombres que le dejaran sus camisas sus teléfonos y los teléfonos de más hombres que también tuviesen camisas para planchar y que fueran familiares de aquellos. Pero aclaró que de ninguna manera se acercaría a pedirle el teléfono a Sixto Solar. Juan Carlos dijo que eso no hacía falta. Se peinó nerviosamente el flequillo y quedó sin habla, usando un traje color marrón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario