lunes, 14 de junio de 2010

Diez


Una vez desaparecida Matilde, Sixto Solar decidió comprobar su inexistencia, y se paró en el medio de la playa, con un texto escrito en puño y letra, en el cual hablaba sobre sí como con cierta distancia, como por fuera de su cuerpo. Lamentablemente nadie le prestó ni la menor atención, y aquello fue leído como para la brisa del mar, como para el agua, constantemente en movimiento, la única que no lo olvidaba, la que no se negaba a mojarle los pies.
Leyó desde el principio con su voz de todos los días, leyéndose para nadie.
Para Sixto Solar la pena implicaba la totalidad de su existencia, tanto era así que no tenía ganas siquiera de averiguar porque las personas no sabían que él seguía existiendo. Sabía, por el espejo de su casa, y el tacto, que su cuerpo era tan real como antes. Sabía por el dolor que podía sentir que el mundo era igual de real que antes. Sabia por la tristeza que todavía seguía vivo, lo que no sabía era que el mar, junto con Matilde, se habían llevado el recuerdo de su existir. Es que la memoria es inmensa, ese espacio desconocido y misterioso, en el cual se guardan las experiencias de la vida, y aveces,aparentemente, existía como unidad, entonces, para dejar mensajes que impliquen su existencia, se daba permiso para romper con las leyes de no intervención. El mundo es un recuerdo. Y aquí su voz se quebró.
En la medida que cada pie se despega del suelo para dar su siguiente paso un universo entero ha dejado de existir, y es encerrado en el pasado, para siempre recuerdo, y esto ocurre hasta por el más insignificante de los hombres sobre esta tierra. A su vez, el universo es siempre el mismo, pero nada dentro de sí puede mantenerse inmutable, siquiera por un segundo.
El mundo palabra, Sixto palabra, las cosas como fijación del lenguaje en eterno movimiento, y una palabra que fue borrada, que deja de existir para el resto de las palabras, el lenguaje ha reclamado para sí un nombre, y ese nombre soy yo. La irrealidad está compuesta por aquellas posibilidades de la realidad, lo que puede ser, la imaginación del mundo. El mundo es irreal. Y el ahora, tiempo presente, lo que está pasando, es forma, es lo que está cambiando, es lo que deja de existir en cuanto es pronunciado, es la efímera existencia de la palabra. La distancia que existe entre el ahora del mundo, constantemente desapareciendo y eterno, y el ahora inmutable del universo, donde ni siquiera el tiempo llega, donde la memoria y la fantasía son solamente palabras, es esto una distancia ambigua, inmensa, pero repleta de pasadizos por donde escuchar los ecos de aquel lugar.
Todo intento por definir al mundo en tanto mundo puede tener solo un objetivo exitoso, construir los martillos que derribarán la ceguera de los ojos que creen que lo que ven es todo lo que existe. Entre el mundo memoria, el mundo irreal, y la afirmación el mundo no existe, hay un factor en común. Eso era lo que tenía que resolver, pero para ello tenía que dejar de pensar en Matilde, o encontrarla.
Si tan solo alguien le hubiese explicado a este Sixto lo que tenía que hacer, si alguien le hubiese dicho que podía hacer esto, o aquello, o esto y aquello, si tan solo alguien me hubiese explicado que podía hacer lo que quisiera. Pero todavía existe un hecho, aun más tenebroso, Sixto Solar, en más de una oportunidad lo confesó, yo sé. Y eso implicaba, a pesar del amor que le fue regalado, a pesar de las puertas que habían sido abiertas, que todavía nada había sido escrito. Cualquier cosa podía pasar, si encuentro la manera de que alguien me escuche.
Creo que una vez, en un cuaderno perdido entre montones de ropa sucia, Sixto explicó la cuestión de la siguiente manera. Me permito reproducirlo en estas líneas con el objetivo de conseguir un poco de claridad sobre la cuestión. Debo aclarar que esto fue antes de que el mar se coma a Matilde.
La realidad es inconmensurable desde todos los puntos de vista, excepto desde su propia reflexión. Esa acción de la realidad reflexionándose sobre sí implica infinitas posibilidades, y aquello es la vida. Las infinitas posibilidades jamás comprenderán que la realidad implica lo posible y lo imposible, y que en su totalidad lo abarcará todo, de todas las maneras posibles. Jamás comprenderemos lo que esa frase implica. La vida es lo que es porque así debe ser. Y el mundo es el teatro de la realidad, lo que recuerda de sí, lo que tuvo que imaginar la realidad para que cada una de las posibilidades de reflexionarse existan. Para la vida el mundo aparece como la realidad. Para la vida la realidad no aparece, para la realidad la vida es huésped, para la realidad la vida es huésped, para la realidad el mundo es pensamiento, para el mundo la realidad no es un problema, simplemente es lo que es.
Todo esto estaba muy bien para Sixto, pero desde aquí puedo mirarlo de otra manera. Su historia implica un conjunto de posibilidades, evidentemente pensables para la realidad, en las que la realidad y la vida se conectan. La pregunta para Sixto estaba cerrada. Su historia era así, él no había elegido, él era así, y las consecuencias de aquello no podía predecirlas, siquiera esperarlas, ni se asomó a lo que efectivamente pasó. La pregunta es por la historia de Sixto, al margen de Sixto. Insisto, si es que logro escaparme del olvido.

Cuando terminó de leer estas palabras nadie había a su alrededor, y aquellos papeles fueron tirados al mar, mojándose y hundiéndose, borrándose para siempre. Sixto Solar pensó en la persistencia de la memoria, en su insistencia, sin saber para que quería seguir recordandole que existía. Se imaginó sostenido en el mundo, soñando que vivía, cayendose sin poder evitarlo, pero sin ser capaz de llegar al suelo, a los gusanos, al descanzo eterno.

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